sábado, septiembre 06, 2008

Algo de Hugo Arce...


Esto no es mio, lo escribio un famoso columnista, escritor y excentrico por naturaleza de mi Guatemalita.. Don Hugo Arce, quien lamentablemente fallecio a principios de este año bajo extrañas circunstancias, supuesto suicidio (aunque nadie lo cree).

Te quiero así, tal como eres.



Te quiero con tus volcanes verdes, húmedos de sangre y tus cielos siempre azules. Te quiero, sabiendo que en tu nombre se mata, se roba, se saquea o se hiere.



Te quiero, sabiendo de tus conquistadores y los cascos salvajes de sus caballos, que secularmente te han saqueado y explotado con diferentes jinetes y diferentes guerreros.



Te quiero, sabiendo que por esta tierra -que de nińo sońé mía- se arrasa diariamente el futuro, convirtiendo a los nińos de hoy en futuros delincuentes o parias, sabiendo que por esta tierra se cercenan manos y se separan los hijos de las madres para buscar trabajo en otras tierras; sabiendo que nunca más, nunca jamás volverán a verse o a encontrarse, porque aquí las oportunidades se han agotado y sólo queda el exilio, la delincuencia o el hambre. Somos un país en fuga de su propia pobreza.



Así te quiero, Guatemala, con las maras asolando cada rincón de tu suelo, con El Gallito, El Limón y la zona dieciocho. Te quiero con la dureza verde del Palacio Nacional, la Catedral y el vecindario.



Te quiero con tus tinajas de barro cocido y ese sabor especial que tiene el agua en las mańanas; con los indios que cruzan mi calle con un mecapal oprimiéndoles la frente, para vender escobas, sueńos o naranjas.



Te quiero, patria, sabiendo que tienes muchos males: cementerios clandestinos, viudas, huérfanos, masacres y asaltos en los buses.



Te quiero, a pesar de la AID y del embajador norteamericano.



Te quiero, sabiendo que en tus calles se mata por un teléfono celular y hay un nińo que morirá de hambre esta mańana...



Te quiero, con Castillo Armas rompiendo tu futuro, con Ydígoras persiguiendo estudiantes, con Peralta Azurdia y los primeros veintiocho desaparecidos, con Méndez Montenegro y su cotidiana matraca y con Arana bajando el ruedo a las faldas de las colegialas.



Te quiero por la paz que vi -tan sólo vi- en las aguas tranquilas del Lago de Atitlán, por las casitas de azúcar de María Gordillo y las cajas de mazapán que venden en tus pueblos.



Quiero tus iglesias y crecí viendo a los nińos jugar en el atrio de una de ellas, para de grandes ser pacientes y amargados.



Te quiero así, sabiéndote pobre, dormida, dócil y descalza.



Te quiero, por encima de tus muertes diarias, de las masacres de Panzós y Sansirisay y de los homosexuales que hacen calle en la quinta avenida para poder ganarse la vida.



Te quiero siempre, con un sabor amargo en la boca y con miedo de leer tus diarios y encontrar el nombre del amigo en la noticia.



Te quiero, Guatemala, sabiendo que en tus calles se muere y se mata y que es muy fácil no amanecer mańana.



Así, te quise cuando pequeńo y así te quiero de hombre. Y hay noches en las que despierto como para vestirme, para llorar o para ver si duermes. Para convencerme que en tu muerte, aún continúas viva.

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